Darío Mizrahi: ¿por qué migramos? - Perspectiva Sur
Darío Mizrahi: ¿por qué migramos?

Darío Mizrahi es sociólogo, periodista y un experto en política internacional. En esta ocasión, se sentó en el living de Perspectiva Sur para darnos su opinión y su análisis acerca de la migración desde un punto de vista histórico: sus orígenes, sus cambios y la actualidad de los migrantes a lo largo de todo el mundo. Es una problemática que abordamos desde Perspectiva Sur: sabemos cómo ayudar a los migrantes hispanoparlantes donde sea que estén. A continuación, la entrevista de nuestro equipo con Darío.

Darío Mizrahi y un análisis histórico de la migración

Perspectiva Sur trabaja fundamentalmente con migrantes y en esa línea teníamos ganas de conversar del proceso migratorio. En la última entrevista que tuvimos con Ricardo Rodulfo: “Lo más original para el hombre es ser nómade”. ¿Qué pensás desde el lado de la sociología con respecto a esta idea?

Si uno hace una historización, es correcto: las primeras comunidades eran cazadores – recolectores que se desplazaban de un lado al otro. El ser humano era nómade. Pero si yo me pregunto qué es lo que distingue al ser humano de otras especies, diría que esencialmente es la lengua: y la lengua es el fruto de la comunidad.

Lo propio del ser humano es la vida en comunidad. Y la migración parece un poco un fenómeno contrario a eso: el que migra deja su comunidad.

El desarrollo de la humanidad se ha generado a partir del establecimiento de las comunidades. Ese establecimiento es lo que permite que se crezca. El hecho de ser nómade implica un espacio de precariedad que dificulta el tener relaciones más complejas y más al largo plazo.

Es verdad que el humano en su origen es nómade, pero lo que lo distingue yo creo que tiene que ver más con el sedentarismo: el asentarse y crecer en comunidad. Hasta tal punto es importante la comunidad que en la antigüedad el destierro era el peor castigo.

Incluso, en los grupos nómades, la que migra es la comunidad: la comunidad no se rompe, se mantiene unida. La migración como la entendemos hoy, de alguien individual que se va, es un fenómeno esencialmente moderno.

¿Cuándo creés que la migración deja de ser un destierro y un castigo a ser algo deseable?

Insisto: es un fenómeno moderno y tiene que ver con el nacimiento de la concepción del individuo. Para que alguien decida irse, construir su vida en otro lugar, tiene que ver con el sujeto como actor y dueño de su propia vida.

Con el capitalismo se da un primer proceso migratorio que es del campo a la ciudad: ya es un fenómeno todavía de migraciones forzadas pero empieza a ser muy importante, se comienza a desarmar el orden feudal y se rompen las comunidades rurales: surgen los proyectos individuales de cada familia.

Cuando se da de forma masiva y ya con otro sentido es en las grandes migraciones de Europa a América, a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Si bien hay condiciones adversas, está muy presente la famosa frase de “vamos a hacer la América”, la idea de construir una vida mejor en otro lado. Ahí ya vemos a las personas como dueñas de su propio destino.

¿Puede haber una noción de la migración como un fenómeno capitalista?

Creo que es indisociable el capitalismo con la idea de sujeto. El capitalismo rompe las cadenas del orden feudal, donde las personas estaban atadas a otras personas en relaciones que no se podían romper: el vasallo iba a ser vasallo y era un ciclo sin fin…

El capitalismo, al convertir a todos los sujetos en potenciales creadores de valor, tiene un potencial liberador que habilita la posibilidad de que el individuo se piense a sí mismo independientemente de las características de donde nació. Todos somos lo que podemos construir. La migración claramente tiene que ver con eso, con el hecho de una persona individual haciéndose cargo de su vida.

Y con la globalización hay un nuevo tipo de migración. Surge la idea de “voy a recorrer el mundo, voy a vivir una aventura, voy a probar suerte”, y ya no desde la necesidad de haberse sentido expulsado de su comunidad, sino por la exacerbación del sujeto como dueño de su propia vida. 

Esto se puede volver hasta incluso angustiante. Uno todo el tiempo tiene que encontrarle el sentido a su vida, saber qué es lo que quiere y lo que tiene que hacer. Y eso es porque ya no están las trayectorias trazadas por la tradición.

La nueva migración: fenómenos globales

¿Qué diferencias se pueden hacer entre las grandes diferencias migratorias y las nuevas tendencias hijas de la globalización que nombrás?

La migración a grandes rasgos sigue teniendo que ver con los mismos problemas que antes. La migración forzada sigue siendo el fenómeno dominante: los grandes países expulsores de personas han sido Siria, Irak, Eritrea… Países en guerra con niveles de violencia que se vuelven invivibles.

En América Latina tenemos el caso de Venezuela, y también es una migración que se ve forzada por las condiciones del país. El fenómeno dominante de la migración sigue siendo éste.

Pero esta nueva migración nace fundamentalmente del deseo, de la búsqueda de la realización personal y hasta de cierta satisfacción pero no desde “no me alcanza para comer” o algo así, si no de no hallarse.

Además, hoy las barreras que antes estaban, las físicas, las culturales, lingüísticas, son mucho más laxas que antes. Es mucho más fácil migrar y mantenerse conectados con la comunidad de origen.

Es una búsqueda que surge de cierta afirmación personal, más que el otro fenómeno que parece ser una respuesta más desesperada, casi buscando una salvación.

Hay una experiencia que suele ser particular, que es la migración desde el Primer Mundo hacia América Latina. ¿Por qué pensás que también ocurren esos casos?

Son fenómenos que existen y que son cada vez más recurrentes. En muchos de esos países desarrollados las demandas materiales ya están satisfechas, y comienzan a aparecer nuevas demandas que no son tan sencillas de resolver. Es una lucha individual de cada uno para darle sentido a la vida…

Hoy ya no alcanza con lo básico. Vivimos en una sociedad en la que afortunadamente es uno el que tiene que buscar qué es lo que lo hace feliz. Los caminos no están marcados por los mandatos familiares. No es que no existan del todo, pero el peso es infinitamente menor de lo que era antes.

Para muchas personas el que sería el camino lógico, el que hace 50 años sería el indiscutible, hoy no es así. La educación es diferente, los padres están más pendientes de que los hijos decidan qué quieren hacer… La búsqueda de vivir en una comunidad diferente aparece como una respuesta posible.

Y en nuestra zona, en América Latina, hay todavía una estructura de redes sociales, de relaciones familiares, de amistades y hasta barriales, que siguen siendo muy significativa y que hacen una comunidad mucho más vivaz que en otros países industrializados, donde algunos vínculos se han ido erosionando mucho más.

En Japón, por ejemplo, hay un fenómeno muy interesante que tiene que ver con “la muerte solitaria”: personas que mueren en la más absoluta soledad y que son descubiertas mucho tiempo después. Es gente que perdió sus vínculos con sus familiares, que no construyó relaciones en sus trabajos… Hoy es perfectamente posible vivir así, sin tener vínculos significativos con nadie. Y la pandemia lo mostró, hasta sin salir de tu casa.

Son casi relaciones instrumentales…

Exactamente. Ese es un fenómeno claro. Y un día alguien se muere, y como no hay nadie que esté interesado o pendiente de esa persona, puede pasar mucho tiempo hasta que alguien se dé cuenta de que alguien falta.

Ahí, entonces, hay una contradicción: ¿por qué parece haber una correlación entre el desarrollo económico de los países y la flexibilización de la comunidad? Puede ser que, por ejemplo en Japón, uno no necesita de la comunidad para acceder a satisfacer sus necesidades materiales: eso no pasa en América Latina. Todas esas falencias vuelven indispensables el apoyarse en esos vínculos sociales.

¿Cómo entra en juego la tecnología en esto de los nuevos vínculos sociales?

Ahí la tecnología es habilitante e inhabilitante. ¿Cómo hubiera sido una pandemia sin las posibilidades de comunicación que da la tecnología? Si el impacto psicológico fue vital incluso pudiendo mantenerse el contacto a distancia, no me quiero imaginar lo que hubiera sido sin ese marco…

De ese lado, la tecnología permite mantener esos vínculos. Pero también se da que esa comodidad que dan los vínculos mediatizados, donde uno se expone menos y donde uno controla las variables –algo que no se da en el cara a cara- pueda terminar siendo un obstáculo: puede ser tan cómoda la otra forma de comunicarse que para qué encontrarse.

Por último, queríamos ahondar en la distinción entre la migración como hecho individual y como hecho colectivo. ¿Qué particularidad tiene cada una de ellas?

Estudiando la migración como hecho social, los grandes saltos migratorios se explican por esto: grandes crisis, sociedades que termina siendo expulsoras. Y son saltos estadísticos muy impresionantes.

Hay países o circunstancias que contienen más a su población. Pero después hay que pensar la migración como fenómeno individual donde hay infinidad de situaciones para contar: incluso no todos los que se van en la misma situación de crisis se van en las mismas condiciones.

Hay que entender también que migrar tiene un costo muy alto. La idea de ir y empezar de nuevo en otro lugar es costosa, es mucho lo que se deja y se invierte mucho tiempo, dinero, esfuerzo, etc.

Hace un tiempo salió una encuesta de la UADE donde el 75% de los jóvenes de clase media de Argentina pensaban en migrar: hay que ver cuántos lo hacen… Pero cuando la situación se vuelve crítica, el costo ya no es tan alto: no hay nada por perder.