Ataque de pánico y angustia - Perspectiva Sur

Un artículo de Perspectiva Sur sobre el ataque de pánico o angustia.

En nuestro artículo anterior, distinguimos ansiedad de angustia. Explicamos que la angustia suele aparecer como un malestar en el cuerpo, usualmente acompañado por un nudo en la garganta y presión o calor en el pecho. Hoy te vamos a contar sobre la diferencia entre la angustia y el ataque de pánico.

El estado más leve de angustia lo llamamos angustia señal, dado que tiene la capacidad de indicarnos algo, un camino a recorrer en el análisis para distinguir, a partir de las preguntas correctas, qué es eso que nos provoca el sentimiento de angustia.

Pero muchas veces, la angustia se presenta de modo mucho más intenso, anulando las señales e invadiendo por completo la vida de una persona. De ese estado, que se conoce vulgarmente como ataque de pánico, hablaremos hoy.

El ataque de pánico o de angustia

¿Qué ocurre cuando la angustia es muy intensa? ¿Qué ocurre cuando es vivida como una invasión o un ataque? En tales circunstancias, ya no se trata de una señal o una pregunta que nos demande trabajo de pensamiento. Se trata de un momento muy difícil de transitar porque toda nuestra mente queda inundada e inhibida para el pensamiento. De alguna forma, el ataque de angustia genera el efecto contrario que la angustia señal. Mientras que el ataque de angustia impide el pensamiento, la angustia señal lo provoca.

Si no se lo contiene e interrumpe, el ataque de angustia tiende a repetirse y va generando nuevas condiciones de funcionamiento mental. Va consiguiendo que sea cada vez más sencillo que el ataque ocurra otra vez. Cada ataque facilita que el próximo ocurra, generando en quien lo padece el temor a tener otro. Bajo estas condiciones, la persona padece de un trastorno de ansiedad, más conocido como ataque de pánico.

Usualmente, mientras la persona no está bajo los efectos de uno de estos ataques, se siente atemorizada por tenerlo y suele reducir las actividades de su vida cotidiana en un intento de contener futuros episodios. Por este camino, la vida tiende a empobrecerse y la persona a deprimirse, porque va perdiendo cuestiones valiosas para sí misma. En este sentido, la angustia en grandes cantidades es promotora de sufrimiento mental y de patología psíquica.

La angustia y la medicación

Cuando se encara un proceso de análisis, la angustia nos demanda energía mental para soportarla y, además, para esclarecerla. Cuando los pacientes se encuentran en su trabajo de terapia, tienen que pensar junto con su analista y hablar de temas que les resultan tristes, desagradables, repetitivos y vergonzantes.

En los casos de angustia leve, o como llamamos antes, angustia señal, muchas veces los pacientes piden medicación para combatir sus síntomas. La toma de la medicación ahorra el trabajo de pensamiento que la angustia demanda, y nos exime de la tarea de tener que cambiar nuestras vidas en el proceso. En este sentido, hay mucho de ilusorio en las expectativas de los pacientes en relación con la medicación, aunque nada de eso invalida el uso serio y responsable, cuando es necesario, del soporte farmacológico con el seguimiento de un especialista.

Cuando la angustia es más grave hay ataques de angustia o pánico, en ocasiones la indicación farmacológica no solo es recomendable sino indispensable para restablecer el modo de funcionamiento mental previo a los primeros ataques. El objetivo es devolver a nuestra psiquis la resistencia natural para padecerlos. La labor terapéutica consiste en cortar el ataque de angustia, pero evitar que el paciente quede liberado en un ciento por ciento a la ansiedad. Es necesario que conserve una medida mínima para que funcione como angustia señal.

La angustia es un afecto que no engaña

Como ya mencionamos, un cierto nivel de angustia no patológico ayuda a que podamos pensar, siempre en el marco de un tratamiento psicológico. La angustia es un estado afectivo que, dependiendo la medida, puede ser un camino para interpelarnos y reorientar nuestra vida. Contra lo que pueda pensarse, en niveles bajos, es un estado afectivo que no nos engaña. Siempre nos apunta en la dirección indicada. En psicoanálisis decimos que es un afecto que no engaña. ¿Qué significa esto?

La alegría puede ser engañosa, podemos ponernos contentos de cosas que en verdad deberían apenarnos o al menos preocuparnos. Con la tristeza ocurre algo semejante y otro tanto con un sinnúmero de preocupaciones. En cambio, la angustia siempre es de fiar, nunca nos angustiamos por temas que no son importantes o no deberían preocuparnos. Si algo nos angustia, es relevante.

Por el contrario, si la angustia es desbordante y arrasa con nuestra capacidad de pensamiento y luego con nuestra vida cotidiana, puede ser un camino hacia un horizonte gris e intoxicante. En estos casos, pensar se hace imposible, porque la angustia invade por completo la vida de una persona.

Ya fuera un caso leve o uno grave, un sentimiento de angustia es un indicador para comenzar un tratamiento psicológico. En Perspectiva Sur trabajamos casos de angustia, brindando herramientas a nuestros pacientes para que puedan transitar del mejor modo este proceso y lograr descubrir qué aspecto de sus vidas los ha hecho entrar en crisis.